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Miriam no podía ver más que cerrando los ojos, pues en su mente tenía visiones. Se vio obligada, a su pesar, a observar, como una voyeur, a través de la mirilla de una puerta, lo que William y D’Antuono hacían en el dormitorio. Las imágenes, aunque borrosas, seguían siendo perceptibles.
En cambio, el Sr. White consideró oportuno apagar el monitor, pero con la esperanza de que la misión tomara un rumbo positivo.
– El sacristán, que había sido invadido por el diablo durante demasiado tiempo, conoció el amor gracias a un hombre mucho más joven que él.
Quería disfrutar de un chico triste, de fruta inmadura, pero que también se alegraba del amor apasionado.
Completamente desnudo en la cama, haciendo efusiones eróticas, carnales y apasionadas.
El hombre adulto, codicioso, se preparó para las maniobras astutas:
Acercó alegremente el pecho del joven, que temblaba de excitación, a su vientre, y así manipuló suavemente el badajo virgen rodeado de pelo claro y fresco. Y luego el juego de la lengua suave y húmeda
contra la temible desnudez de la gacela que volvió a temblar de blanca emoción. Y entonces volvió a temblar, como un tonto potro joven, tumbado de espaldas, esperó, y mientras tanto sonrió complacientemente con sus dientes y su ingenuo candor de niño. El hombre de atrás entró con su carne dentro de él suavemente. Y luego otra vez el amor….-
<<Tu mano fuerte y robusta, pero a la vez cálida y suave, sobre mi piel me lleva al éxtasis. Nunca había sentido emociones tan excitantes y orgánicas. Te adoro. Te sentí dentro de mí como un cálido rayo de sol después de una fría tormenta de hielo. Fue hermoso.
<<“Fue hermoso para mí también William, te amo”.
Unos minutos antes…
William entró en la habitación del sacristán y vio en la mesilla de noche, junto a la cama, la máscara de Grito. Sobresaltó al señor White, que observaba la escena a través del monitor habitual, en el despacho situado en el sótano del Instituto Psiquiátrico “Alda Merini”:
<<Debo confesarte algo Giuseppe, Miriam no es mi hermana. Ella y yo somos una especie de agentes secretos que hemos venido a tenderte una trampa.
D’Antuono se acercó inmediatamente a William y le puso las manos en el cuello como si fuera a estrangularlo. El Sr. White observó la escena con la boca abierta, pero cuando vio que el hombre acercaba su cara a la del chico y lo besaba apasionadamente, apagó el monitor.
El sacristán y el joven se desnudaron y fueron a la cama e hicieron el amor.
<<He decidido entregarme>>, dijo D’Antuono tumbado boca abajo como Guillermo en la cama, mirándole con ojos oscuros y serios. El chico le miró con los ojos húmedos de emoción y le besó con gran transporte en la boca.
Miriam informó al gran jefe, a través del auricular, de que la misión estaba cumplida.
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